sábado, 2 de mayo de 2009

El Restauracionismo

Aspirando a recobrar la experiencia primitiva del cristianismo, el restauracionismo sería llamado también "primitivismo"
El restauracionismo es una tendencia que define a un conjunto variado de movimientos religiosos autodefinidos a sí mismos como el redescubrimiento y "restauración" en tiempos modernos de la forma original del cristianismo. Bajo la cobertura del término se encuentran varios movimientos religiosos motivados por una idea comparable de recuperación de los orígenes del cristianismo. Algunos de estos movimientos se originaron en las islas británicas, pero sólo a progresarían en los Estados Unidos y posteriormente en tierras de su frontera occidental durante el siglo XIX con la llegada del llamado Segundo Gran Despertar.
Con carácter más general, esta tendencia es conocida con el nombre de
primitivismo (que caracteriza a muchos movimientos que se remontan al cristianismo primitivo y que también tienen lugar en tiempos modernos, incluyendo a los bautistas y, antes que ellos, a los anabaptistas). Sin embargo los movimientos religiosos que se conocen como restauracionistas se caracterizan por:
-Buscar una restauración del cristianismo primitivo.
-Haberse originado como movimientos diferenciados principalmente en los
Estados Unidos.
-Haberse originado aproximadamente entre
1795 y 1881.
-Haber rechazado en un principio identificarse como iglesias
protestantes.
-Asimismo, también puede incluirse todo movimiento con objetivos o perspectivas reminiscentes del restauracionismo del
siglo XIX.
El término se aplica especialmente al
Movimiento de Restauración y, por comparación, se aplica también a otros grupos cuyo parecido es en gran parte fortuito. El nombre "Restauración" también lo emplean los grupos que descienden de los primeros seguidores de Joseph Smith, y es un término que prefieren para describirse a sí mismos antes que el que está más difundido fuera del grupo (mormonismo). La historia de ambos grupos llega a solaparse brevemente, pero otras denominaciones también son llamadas restauracionistas debido a su aspiración de reestablecer el cristianismo original, de acuerdo a su propia interpretación del mismo.
Antecedentes
Hacia principios del
siglo XIX, el resurgimiento calvinista y wesleano conocido como el Gran Despertar había puesto en juego a las iglesias congregacionalistas, presbiterianas, bautistas y a las nuevas congregaciones metodistas que pugnaban por ganar influencia en los nacientes Estados Unidos. Sin embargo, una vez que ese gran "resurgimiento religioso" empezó a decaer, una nueva etapa de secularismo comenzó a revertir los logros que las iglesias evangélicas habían obtenido en la sociedad. Además, este nuevo resurgir había fomentado la difusión de una fuerte creencia de que la religión evangélica estaba debilitada y dividida, principalmente por una lealtad poco razonable hacia los distintos credos y doctrinas que hacían que la salvación y la unidad entre los cristianos pareciera más inalcanzable que nunca.[cita requerida]
El
Segundo Gran Despertar se abrió paso por los territorios de la frontera occidental estadounidense, impulsado por la aspiración de dar preeminencia a Dios en la vida de la nueva nación americana, exaltada por una creciente actitud proclive a aceptar interpretaciones novedosas de las escrituras, y por un celo renovado por una auténtica espiritualidad. A medida que estas tendencias iban extendiéndose, ganaban conversos para los movimientos religiosos protestantes de la época. Sin embargo, el resurgimiento tuvo un alcance que traspasó las fronteras entre denominaciones religiosas, dando lugar a resultados idénticos dentro de distintos grupos protestantes y yendo aún más lejos al disolver las lealtades que mantenían ligados a los fieles a sus distintas iglesias. Por tanto, estuvieron acompañados por una insatisfacción cada vez mayor hacia las iglesias evangélicas, especialmente respecto a la doctrina del calvinismo, que era normalmente aceptada, o al menos se tolerada, en la mayoría de estos cultos.
Protesta en contra del protestantismo
Los restauracionistas no se conformaban con la mera cooperación entre las denominaciones religiosas. Los líderes de estos movimientos no consideraban que Dios pretendiera con los reavivamientos únicamente hacer crecer a las viejas instituciones y perpetuar las antiguas divisiones. Por el contrario, consideraban que el nuevo despertar religioso era el precursor de una nueva era. Los restauracionistas buscaban el reestablecimiento y la renovación de toda la iglesia cristiana de acuerdo al modelo establecido en el
Nuevo Testamento. Daban poco valor a los credos nacidos con el tiempo en el catolicismo y el protestantismo, a los que atribuirían la responsabilidad de haber dividido al cristianismo. Algunos incluso consideraban que la Biblia también había sucumbido a una corrupción antigua, necesitando así ser corregida.
De la
Reforma Protestante podría decirse que poseyó en sus inicios cierto impulso restauracionista que trataba de corregir la marcha de la iglesia y devolverla a la obediencia original. Pero los movimientos protestantes de reforma, incluyendo a los puritanos, aceptaron la idea de que la historia tiene cierta "jurisdicción", según apunta el historiador Richard T. Hughes. Igualmente, Mark Noll afirma que los protestantes "por mediación de la historia, adquirieron los tesoros contenidos en las escrituras". Los protestantes creían que debían respetar la historia cuando ésta se interpretaba mediante la fe. Incluso Juan Calvino sostuvo (aunque la afirmación es enigmática) que el pasado es un " magisterio vivo". Por el contrario, los restauracionistas aspiraban a ir más allá de la historia, rebelándose contra la "jurisdicción" de los logros del pasado, para ser libres de abrazar el modelo divino revelado en un principio a los apóstoles de Cristo, esto es, el Reino de Dios.
Entre las organizaciones restauracionistas se cuentan los
Discípulos de Cristo, las Iglesias de Cristo, los Mormones, las iglesias Adventistas, los Testigos de Jehová y otros. Son grupos muy dispares que en apariencia parecen tener pocos puntos en común, sin embargo, cuando se los observa a la luz de la temática restauracionista, se hace visible su relación. Todas estas denominaciones surgieron a partir de la creencia de que la verdadera religión cristiana había muerto muchos años atrás y era recuperada mediante sus iglesias. Algunos creen que ellos encarnan esa restauración de forma exclusiva. Otros consideran formar parte de un redescubrimiento de la práctica primitiva del cristianismo que en la actualidad puede encontrarse en muchas iglesias, incluyendo las iglesias a las que ellos pertenecen.
Restauracionistas
El restauracionismo llama la atención sobre la existencia de lo que suele conocerse como la
Gran Apostasía, o el estado corrupto del cristianismo tradicional. Debido a su divisionismo, sus errores y sus compromisos con el mundo, la iglesia se apartó de la línea trazada por la iglesia fundada por Jesucristo. No habría necesidad de Restauración si no existiese una apostasía a gran escala y si hubiere una iglesia que estuviese en el modelo verdadero y legítimo del cristianismo. De este modo, los restauracionistas pueden distinguirse como grupo en su convicción de que ha habido una apostasía que ellos tratan de corregir.
Algunos de los que adoptaron el principal punto de vista restauracionista se limitaron a abandonar ciertos elementos de su propia tradición religiosa en favor de creencias aparecidas en otros movimientos primitivistas del pasado. El
bautismo de adultos por inmersión, la organización congregacionalista de la Iglesia, la indiferencia hacia el trinitarismo, la no creencia en el infierno, la existencia de ministros laicos, teorías de la expiación no sustitucionistas, la conversión por la libre voluntad, y a menudo un papel elevado para la mujer en la Iglesia son elementos característicos de este tipo de concepciones no tradicionales.
En algunos casos, estos grupos creen que la ruptura de la esencia del cristianismo provocada por la Gran Apostasía fue tan desastrosa y total como para considerar fútil cualquier intento de recuperación del cristianismo sobre las bases existentes, siendo necesaria una restauración de tal manera radical que el único punto en común con el cristianismo tradicional sería el uso del nombre de
Jesucristo.
Movimiento de Restauración
De entre estos movimientos, el más optimista con respecto al estado del
cristianismo de su época fue el Movimiento de Restauración de Stone y Campbell. Otros se refieren ocasionalmente a los seguidores de este movimiento como campbelitas aunque ellos mismos no lo adoptaron como denominación, ya que lo consideran peyorativo. Estas iglesias tratan fuertemente de evitar aplicarse cualquiera de las etiquetas de conveniencia que dividen a los cristianos, llamándose a sí mismas con nombres genéricos de origen neotestamentario tales como Discípulos de Cristo, Iglesias Cristianas Independientes, Iglesias de Cristo Independientes, o Iglesias de Cristo. Aglutinaron a muchos miembros procedentes de las iglesias bautista, congregacionalista, presbiteriana y metodista, así como a otros cristianos de un amplio espectro de denominaciones evangélicas y del cristianismo unitario, con un éxito inicial sobrecogedor. Sin embargo, a medida que el movimiento iba progresando, se fueron consolidando asimismo elementos distintivos propios irrenunciables a los que de modo desaprobatorio se hacía referencia como credos no escritos, que dieron lugar por fractura a tres grupos, cada uno de los cuales se convertiría en una denominación reconocible. Quizás no existe otro movimiento que tipifique de mejor forma el Segundo Gran Despertar que el movimiento antidenominacional, el Movimiento de Restauración.
Santos de los Últimos Días
La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días buscó, como hicieron los "Cristianos" y los "Discípulos", restaurar el cristianismo primitivo, pero era mucho más pesimista en lo que respecta a la condición en que se encontraba el referido cristianismo. Los mormones creen que las consecuencias de la Gran Apostasía fueron tan desastrosas que hace necesarios un nuevo profeta y nuevos apóstoles para reestablecer el Reino de Dios en la tierra. Sostienen que su fundador, Joseph Smith, es ese profeta.
Como parte de su misión profética, Smith publicó el
Libro de Mormón, que afirmaba haber traducido de unas planchas de oro bajo la dirección del ángel Moroni. Los miembros de dicha Iglesia creen que el Libro de Mormón también es la palabra de Dios entregada a los hombres en la actualidad y contiene la historia del pueblo que habitó en el continente americano entre el 600 A.C. y el 421 D.C. Smith estableció la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) en 1830, que él y sus seguidores consideran la restauración de la iglesia creada por Cristo, ya que sostenía que la Gran Apostasía (sin apostoles) había eliminado el Reino de Dios de la tierra.
Cronología restauracionista de la Gran Apostasía
Los mormones son lo que atribuyen una antigüedad mayor a la apostasía, situándola antes de la muerte del último de los doce apóstoles de Cristo, en torno al año
100. Con una fecha tan temprana se liberan de la necesidad de conciliar sus enseñanzas con las prácticas y escritos conocidos de la iglesia primitiva y de los padres de la Iglesia puesto que los consideran ya apóstatas.
Los sabatistas coinciden en general en que la fecha aproximada de
135 D.C. supone el inicio de la apostasía. San Justino Mártir, en torno al 160 DC, había apoyado de forma explícita el culto en domingo de modo que los sabatistas lo consideran un apóstata. Sin embargo la Iglesia primitiva, en tiempos de San Hipólito, registraba una observancia continuada del Sabbath (sábado) como celebración de la creación, y del domingo conmemorando la Resurrección. Consideran que la apostasía no fue completa hasta que la Iglesia dejó de observar el sábado algún tiempo después de Constantino el Grande.
El
Movimiento de Restauración de Stone y Campbell considera que la Gran Apostasía fue un proceso gradual. Sobre el año 100 DC Ignacio de Antioquía impulsó la obediencia a los obispos, cosa que algunos consideran el inicio de la idea de un clero profesionalizado que empezó a situarse en una posición por encima de los creyentes, iniciando un proceso de corrupción gradual que desembocaría en el "hombre de pecado" que habría sido profetizado. El bautismo infantil, condenado por los restauracionistas como una medida de inclusión en la Iglesia por la fuerza, sería otro paso hacia la apostasía. Éstos creen que, al menos hasta la época de Tertuliano, sólo se practicaba el bautismo de personas adultas, habiéndose introducido de forma muy localizada el bautismo de niños en torno a la época de San Ireneo. Los campbelitas con frecuencia no admiten visiones del pecado original que impliquen una corrupción de la misma naturaleza humana, sino que sólo admiten que se ha producido el malogramiento de la cultura, tradiciones o entorno habituales de la humanidad. Al igual que otros restauracionistas, consideran que mediante la alianza entre la Iglesia y el Estado en el reinado de Constantino, la Iglesia quedó cautiva gracias al poder excesivamente centralizado de los obispos. Finalmente el surgimiento de la idea de supremacía y autoridad universal del obispo de Roma se contempla como elemento que completaría el cuadro de la Gran Apostasía, del cual la reforma protestante sería sólo una enmienda incompleta pero que habría dado frutos cercanos a lo perfecto en los anabaptistas y los bautistas.
El problema de la restauración
Uno de los grandes inconvenientes del
protestantismo reside en que éste justificaba la Reforma como medio que debía reestablecer el culto según el modelo bíblico. El protestantismo persigue la reconstrucción del culto cristiano partiendo únicamente de la Biblia, prescindiendo de cualquier vínculo que lo sujetara a una tradición preexistente e incluso prescindiendo de la obligación de partir de cualquier documento histórico que atestiguara usos tradicionales. Esto, por una parte, dejó al protestantismo en un puro minimalismo, mientras que por otro lado éste no dejaba de importar una variedad de elementos de la tradición católica, lo que dio origen a una diversificación en paralelo de las iglesias protestantes, antes que a la convergencia de las mismas.
El restauracionismo persiguió dar respuesta a esta situación del protestantismo rechazando la definición protestante del problema. Éste no tendría tanto que ver con formas exteriores de la doctrina y de lo apropiado en la iglesia como con la espiritualidad y la autenticidad. No se buscaría tanto el retorno a la Biblia (como hizo el protestantismo oponiéndose al magisterio de la Iglesia) sino volver a una interpretación perdida del propio cristianismo.
De este modo, los
mormones fueron forjando una mezcla llamativa de misticismo individualista, unas escrituras sagradas nuevas, una historia sagrada alternativa con una tradición distintiva basada en la misma, rituales de iniciación a privilegios y a enseñanzas más elevadas, un sacerdocio no restringido sino extendido, una espiritualidad ecléctica, una filosofía y cultura distintivas, una dirección centralizada de la organización por medio de un consejo divinamente designado, y la orientación de una sucesión de personas vivas que transmiten la Revelación aparte de la Biblia. El camino estrecho del mormonismo parece, a ojos de un observador, ser deudor de toda doctrina rechazada por el cristianismo, pero los Santos de los Últimos Días se ven a sí mismos como seguidores del camino original del cristianismo, bajo la guía directa de Dios.
En sus principios, el Movimiento de Restauración estuvo también dirigido por líderes que pensaban que la razón -al margen de las lealtades sectarias, las falsedades aceptadas, los prejuicios y la superstición- podrían restaurar una visión lúcida de la historia y de las Escrituras que asegurarían el reestablecimiento, por primera vez en milenios, del culto y la comunidad cristiana auténticos. Incluso los
fundamentalistas del siglo XX son cierto tipo de restauracionismo en el hecho de que su interpretación de los acontecimientos contemporáneos hace que la época actual parezca inmune a cualquier corrección, crítica o contextualización provenientes de la historia o de la tradición, puesto que ahora la Biblia estaría viva y presente en los acontecimientos diarios de una forma en que no lo habría estado desde los primeros días de la Iglesia.
Bajo la influencia de tal pensamiento, en el inicio de estos movimientos, no solamente casi no se consultaron documentos relativos a los orígenes de la Iglesia, sino que, si una vez consultados, éstos contradecían las nuevas claves doctrinarias, tal cosa sólo se consideraría una prueba más de la Gran Apostasía incluso en las doctrinas y usos más tempranos de la Iglesia. De este modo, silenciado hasta lo máximo el consenso de la historia y la tradición, las doctrinas de estos movimientos son libres de diferir sin tener que conciliar con aquellas. Sus diversos enfoques, sus inéditos principios de autoridad así como sus nuevas ideas de unidad, espiritualidad y culto han dado lugar a una proliferación de interpretaciones y experimentos espirituales fascinantes que prosperaron en el nuevo territorio
norteamericano de fronteras ilimitadas. Cada uno de estos movimientos contó con sus propios seguidores, convencidos de haber elegido el único camino correcto, y con unos primeros líderes que pintaron retratos vívidos y convincentes de lo que sería realmente el cristianismo.
De esta forma, lejos de trascender el divisionismo entre denominaciones religiosas, el restauracionismo agravó la tendencia protestante a dividirse cada vez en "normalidades" nuevas. Los puntos en común de las distintas escisiones restauracionistas, tales como el
bautismo por inmersión y otras semejanzas, son superficiales y sólo expresan las tendencias de la época en que surgieron. Sin embargo, en su conjunto, estos movimientos caracterizan un periodo de la historia tan radical en lo que supondría para el cristianismo como lo había sido la reforma protestante. En la actualidad siguen constituyendo las denominaciones cristianas que crecen más rápidamente en el mundo.
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