sábado, 20 de marzo de 2010

No tenemos tiempo para la contención

Por el élder Marvin J. Ashton (1915 - 1994)
Hace algunos meses los misioneros de una remota isla del Pacífico del Sur fueron informados de que yo habría de visitarles durante dos o tres días. A mi llegada, estaban aguardándome ansiosamente para compartir conmigo cierta literatura en contra de la Iglesia, que había sido distribuida en la zona. Se encontraban molestos por las acusaciones y dispuestos a contraatacar.
Los misioneros se sentaron en el borde de sus sillas mientras yo leía las críticas y falsas declaraciones hechas por un ministro religioso, que aparentemente se había sentido amenazado por la presencia de nuestros jóvenes y por su éxito. Al leer el folleto que contenía las maliciosas y ridículas manifestaciones, y para sorpresa de mis jóvenes amigos, no pude menos que sonreír. Cuando terminé me preguntaron: “¿Qué haremos ahora? ¿Cómo podemos oponernos a las mentiras?” A lo que respondí: “No haremos nada. No tenemos tiempo para la contención. Sólo tenemos tiempo para dedicarnos a la obra de nuestro Padre. No contendáis con nadie, conducíos como caballeros, con calma y convicción y os prometo que tendréis éxito.”
Es posible que la fórmula que estos misioneros y todos debemos seguir, se encuentre en Helamán 5:30 en el Libro de Mormón:
“Y ocurrió que cuando oyeron esta voz, y percibieron que no era una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso, mas he aquí, era una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro, y penetraba hasta el alma misma.”
Jamás ha existido una época en que haya sido más importante para nosotros como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, el adoptar una posición, permanecer firmes en nuestras convicciones, y conducirnos con sabiduría ante toda circunstancia. No debemos ser manipulados ni enfurecidos por aquellos que buscan contender con respecto a los temas de candente actualidad.
Cuando las causas contradicen las leyes de Dios, la Iglesia debe adoptar una posición; así lo hemos hecho en el pasado y continuaremos haciéndolo en el futuro cuando se ataquen los principios morales básicos. Existen en nuestra sociedad quienes son capaces de promover la mala conducta y la inmoralidad a cambio de lucro y la popularidad. Cuando haya quienes estén en desacuerdo con nuestra posición, no debemos discutir, contraatacar ni contender con ellos. Podemos mantener relaciones calmas y evitar las frustraciones de la contienda, si utilizamos sabiamente nuestro tiempo y energías. Tenemos entonces la gran responsabilidad de evitar concienzudamente extralimitarnos en nuestras exposiciones y declaraciones. Debemos recordar constantemente que cuando es imposible cambiar la conducta de los demás, tenemos que esforzarnos por conducirnos adecuadamente nosotros mismos.
Hay ciertas personas y organizaciones que tratan de provocarnos a la polémica mediante calumnias, las indirectas, y los calificativos inapropiados. Cuán poco sabios somos en esta sociedad moderna al permitirnos caer en la irritación, el desaliento o la ofensa, ante el placer que otros parecen encontrar en maltratar nuestra posición o actuación. Nuestros principios no perderán valor como consecuencia de las declaraciones de los contenciosos.
Tenemos el deber de explicar nuestra posición mediante el razonamiento, la persuasión amigable y los hechos; debemos permanecer firmes, inamovibles en los asuntos morales de esta época y en los principios eternos del evangelio, sin entrar en polémicas con ningún individuo ni organización.
La contención levanta muros y pone obstáculos; el amor abre puertas. Nuestra función es la de ser escuchados y enseñar. No debemos solamente evitar la contención, sino que debemos también asegurarnos de eliminarla.
“Porque en verdad, en verdad os digo que aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que contiendan con ira unos con otros.
“He aquí, ésta no es mi doctrina, agitar con ira el corazón de los hombres, el uno contra el otro; antes bien mi doctrina es ésta, que se acaben tales cosas.” (3 Nefi 11: 29-30)

Publicado en Estilo SUD